Como recordarán los
improbables lectores y lectoras de este blog, en la entrada anterior empecé a
contarles mis andanzas por Praga, exactamente por el Staré Mesto o Ciudad Vieja. Quería volver a esa zona pues por allí se encuentra el maravilloso
Barrio Judío, pero me enteré que el cementerio no abre los sábados así que ese
día decidí quedarme en MALÁ STRANA, es decir en la zona que está al otro lado
del río Moldava (y donde se ubicaba mi hotel), y ascender hacia un fascinante
rincón de Praga.
2. MALÁ STRANA: EL
CASTILLO
No
sé si estoy muy contaminado por las ficciones de Kafka pero cuando me perdía
por las calles angostas o sinuosas de Praga sin encontrar el camino exacto que
me permitiese subir hacia el Castillo me sentía como el agrimensor K.
intentando llegar como sea hacia el huidizo fortín. Hasta que por fin hallé el
camino correcto y subí los anchos escalones que suben hasta la calle JIRSKÁ,
lo reconocerás porque allí se encuentra el Palacio Lobkowiczky. Un poco más
adelante del palacio, entrando hacia una especie de plazoleta localizada a la
derecha, está el lugar donde se paga la entrada para visitar la zona del
Castillo.
Hay
tres opciones de visita. El tour A, el B, o el C. Obviamente el A es más
completo y más caro, yo compré el B y me costó 250 coronas. Quedé más que
satisfecho. Incluye la visita a cuatro lugares: EL VIEJO PALACIO REAL, LA
BASÍLICA DE SAN JORGE, LA CALLE DORADA y LA CATEDRAL DE SAN VITO. Fácilmente te puedes perder en ellos 4 horas.
Así que la opción A (que cuesta 350 coronas) y que añade a estos lugares varios
más quizás es algo excesiva.
La calle dorada
Yo
empecé la visita en la CALLE DORADA, puesto que lo tienes a unos pocos metros
del lugar donde venden los tickets. A la entrada de esta especie de pasaje hay
unos hombres que controlan el ingreso.
La
calle es un encanto. Las casas que se ubican allí son pequeñísimas y todas
están pintadas de colores muy vivos. Algunas han devenido negocios, y en otras
no vive nadie pero puedes entrar a verlas, aunque eso sí, desde detrás de un
cristal. En esta área vivieron los sirvientes del castillo y también artesanos.
A mí me llamó la atención las historias (están escritas en carteles) de algunos
de los vecinos que pasaron un tiempo aquí: en el número 14 vivió Matilde
Prusová, quien vivió esperando el regreso de su hijo muerto en la Primera
Guerra Mundial. Ella se convirtió en quiromántica y su fama trascendió
fronteras. La Gestapo la mató, posiblemente por haber predicho el fin del
Tercer Reich. En el número 12 vivió
Joseph Kazda que salvó muchas películas y documentales checos de la destrucción
nazi. Él alquilaba varios espacios para mantenerlos en secreto, uno de ellos es
este lugar.
Y claro, el vecino más
ilustre del lugar es el gran Franz Kafka, quien solía venir a retirarse del
mundanal ruido en el número 22, lugar donde vivía su hermana. Él nunca vivió en
ese lugar. Ahora hay allí una tienda dedicada obviamente al genio de Praga.
Entré a curiosear y me pareció casi un rincón monacal, imagino que era el ideal
para un hombre concentrado en escribir y escribir. Allí compré un libro sobre
la vida de Kafka en la ciudad, el cual usé para el recorrido que hice siguiendo
las huellas del gran Franz y el cual escribiré luego. La mujer que atiende el
sitio fue muy gentil (en realidad todas las personas que dan algún tipo de
servicio en la ciudad son muy encantadores) y me tomó un par de fotos con la
casa.
La catedral de San Vito.
Desde LA CALLE DORADA me
fui directamente a la alucinante CATEDRAL DE SAN VITO. Obra maestra de la
arquitectura. Se necesitaron 600 años para verla terminada, de allí la mezcla
de estilos (aunque se impone más el gótico) en su estructura.